Heráldica y Genealogía Imprimir ésta página
Hay unas preguntas básicas. ¿Qué es la Heráldica? ¿De qué se ocupa? ¿Qué es la
Genealogía? ¿De qué se ocupa?
Empecemos por la Genealogía. Genea, según la mitología, es la hija mayor de los
fundadores de raza humana. Vivía en Fenicia con Lenus, su hermano, con el cual
tuvo tres hijos, Fos, Pir y Flox, es decir, luz, fuego y llama. Del nombre de
Genea se deriva l a raíz del
nombre de la Ciencia que nos ocupa. La Genealogía, -del grigo geneá,generación y
logos,tratado,-, es la ciencia que estudia la serie de ascendientes de una
persona, investigando las ramas ascendentes del llamado Árbol Genealógico. Bien,
esta a actividad, de
investigación histórica se complementa, en determinados casos con la
Heráldica.Pero... ,de dónde parte la Heráldica? Veamos, según la Real Academia,
heraldo, es Rey de Armas, pero vulgarmente también se le aplica la calidad de
mensajero o a un iniciante de
alguna nueva. Y esto es precisamente lo que eran los antiguos heraldos, los
portadores de las armas o blasón del señor a quien servían.
La Heráldica, pues, es la ciencia que estudia y fija las normas para la correcta
interpretación de los blasones o escudos de armas, -en un sentido asequible para
todos-. Pero todo ello, a su vez, parte de una pregunta vital:
¿Qué es un apellido?
¿Qué significación tiene, qué lo motiva y cuál es su origen?
Generalmente, la respuesta es simple: Nombre de familia con que se distinguen
las personas. Ahora bien, dado que todo, absolutamente todo, tiene un comienzo,
no estaría de más saber cuándo, dónde y en qué momento se originó lo que primero
fue costumbre y luego dato o
designación obligatoria.
La respuesta tiene un nombre propio: Roma. Fue en donde, con justicia, se conoce
como cuna de la civilización, surgió el uso del apellido. Con anterioridad, el
conocimiento de las distintas personas se llevaba a cabo únicamente con el
nombre y, si acaso, por el
mote o apodo. Así, aquel que poseía un pelo rojo, era designado como "el Rojo",
los detectados por un defecto físico, por este, 'El Cojo", "El Tuerto", etc.
Así se llegó hasta Roma donde comenzó, como una costumbre, añadir al nombre
propio, el de la tribu o familia a la que pertenecía la persona. (Pronomen y
Cognomen). Como ejemplo, el del propio Tito (nombre propio), al que se añade el
perteneciente a la fam ilia (Livio),
componiendo nombre y apellido: Tito Livio.
Pero esta costumbre romana, en un largo período de tiempo, quedó limitada a la
nación donde se originó, dándose el caso que, en el resto de Europa, por espacio
de largo tiempo se continuó con el nombre y el apodo, hasta que a principios de
la Edad Media comenzó a extenderse.
Tuvo distintos orígenes. Comenzaron a utilizar apellido los nobles feudales que
añadían a su nombre el correspondiente a la población que habían conquistado o
que correspondía a su señorío. Y así, citando un caso, el noble Hernán, al
conquistar la poblac ión de
Almedia, añade este nombre al suyo propio y se convierte en Hernán de Almedia.
Naturalmente, esto no ocurría con las clases populares por lo que el origen de
su apellidos se deriva de la población donde nacían o, en ocasiones, al oficio
que ejercían. Y no pocos apellidos tuvieron su origen en los motes, así como
otros se derivaron de los nombres de sus padres y abuelos, con algunas
modificaciones.
Citando dos ejemplos, hay el apellido Hernández (hijo de Hernando), o González
(hijo de Gonzalo). Es muy curioso que esta costumbre, desaparecida en los países
de Occidente, se conserve en la Unión Soviética, bajo la denominación de
"patronímico", es decir ir que
tras el nombre propio, se añade el del padre, anteponiéndolo al apellido
propiamente dicho. Ejemplo: Hihai Mihaivich Olov.
Mihaivich corresponde al denominado "patronímico", o sea, el nombre del padre.
Entre los árabes se conserva también esta costumbre (Omar Ben Yusuf) o sea, Omar
hijo de Yusuf.
El actual procedimiento de nombres y apellidos es sobradamente conocido: Se basa
en un primero (paterno) y un segundo (materno). Pero tampoco esta norma es
general dado que existen países, concretamente los Estados Unidos de América,
donde, en algunos estados,
se invierten los términos, siendo el apellido materno el que se coloca en primer
lugar.
Existe algo común en todos. El origen de un apellido siempre ha tenido el mismo
nacimiento aunque, con posterioridad, se haya dividido en distintas ramas. La
vida moderna, con sus avatares, sus inquietudes y sus problemas, posiblemente
sea la culpable de que toda
persona no sienta curiosidad por conocer el origen de sus apellidos. O, más
propiamente expresado, esa curiosidad existe, pero son muy pocos los que se
deciden a interesarse por el origen de sus apellidos. Lo que es decir, su propio
origen. Fal ta de tiempo,
quehaceres diarios, etc. motivan esta actitud. Y también, y esto es muy cierto,
el lógico temor, ante lo que se desconoce, de que la satisfacción de esa
curiosidad se traduzca en un alto desembolso económico.
Teniendo en cuenta esas razones y con el propósito de llenar un evidente hueco,
emprendemos la tarea de dar a conocer el origen de los apellidos, así como "las
armas" (escudo , en las que se basa el correspondiente apellido.
Y también la Heráldica, se ocupa de las banderas, en cuanto a insignias de los
ejércitos; del gonfalón, de señores y príncipes en las batallas; del cabdal,
marca de Ordenes y ciudades, así como de estandartes y oriflas.
INTERPRETACIÓN HERÁLDICA DE LAS ARMAS CORRESPONDIENTES A LOS APELLIDOS.
La pregunta para el profano es cuándo y en qué circunstancias, se origina la
unión entre apellidos y armas, mediante el escudo. Y la respuesta ha venido
teniendo diversas argumentaciones, dividiéndose, los autores especialistas en el
tema en dos bandos:
Aquellos que se remontan a siglos antes de Jesucristo, sosteniendo que ya
griegos y romanos hicieron uso de escudos y linajes y otros fijan el comienzo de
su empleo a la época de las Cruzadas y los torneos.
A este respecto, un autor de reconocida garantía como García Garraffa, señala en
su obra "Ciencia Heráldica o de Blasón": "Las armas o armerías fueron desde sus
orígenes y hasta el siglo X solamente jeroglíficos, emblemas y caracteres
personales y arbitr arios,
pero no señales de honor o de nobleza que trascendiesen a la posterioridad y
pasaran de padres a hijos. Este nuevo significado comenzaron a tomarlo las
armerías en el siglo X y como consecuencia de los torneos, habiéndose
regularizado su uso y perfeccionándose su método y sus reglas en los tres siglos siguientes. No obstante,
como muy acertadamente observa la Gran Enciclopedia en su página 1.136, hasta el
siglo XV, con el advenimiento de los reyes de armas, jueces y heraldos, no pudo
desembarazarse la heráldica
de los usos y tradiciones que tendían, desde mucho tiempo atrás, a constituirla.
Fue entonces cuando adquirió las reglas precisas así como un lenguaje especial
que permitiera describir, con la mayor exactitud, sin el auxilio de las figuras, las armerías más complicadas. En
un principio, y durante mucho tiempo, fue la heráldica un arte esencialmente
práctico a los heráldicos profesionales, pero a contar del siglo XVII, y mucho
más en nuestros días, la heráldica ha ido tomando cuerpo entre
las ciencias auxiliares de la
historia y su conocimiento viene a ser indispensable al historiador, al
arqueólogo y al biógrafo.
Costa y Turell, en su "Tratado completo de la Ciencia del Blasón" (Barcelona
1.858), dice:
"No debe creerse que el estudio de la ciencia del blasón es sólo útil y
exclusivo para los nobles. Suponerlo sería cometer un grave error. Los
historiadores, los poetas, los novelistas y, sobre todo, los escultores, los
pintores y arquitectos, deben sabe
r blasonar los escudos que les
pidan y los que encuentren a su paso. Sin ésto, unos y otros caerán en los
errores más cómicos y deplorables: cómicos cuando estos errores sólo sirven para
demostrar las equivocaciones en esta materia y la ignorancia sobre la misma;
deplorables cuanto pueden contribuir a deformar la verdad histórica".
Blasón y armería son términos heráldicos de igual alcance puesto que ambos
responden a una misma idea y representan las insignias hereditarias compuestas
de figuras y atributos determinados, concedidos por la autoridad o el principe
en recompensa de deterrminado servicio y como marca o distintivo del linaje premiado.
No obstante, constituiría un error suponer que todos los escudos han sido en su
origen significativos y otra equivocación atribuirles a todos el carácter de una
merced regia o de un premio otorgado por una autoridad soberana. La inmensa
mayoría de los escudos,
fueron adoptados, libérrimamente, por los caballeros y sus linajes.
Es claro que en los primeros tiempos y sin existir norma alguna que especificase
el uso y significado de cada elemento, los que aplicaban a sus escudos de guerra
o al blasón de sus casas, figuras u objetos lo hacían a su libre albedrío y sin
razón alguna que
justificase, más que de una forma personal, la situación o emblema que se
adoptaba. Por ello, es, en muchos casos, imposible para el heraldista, conocer
el por qué de tal o cual símbolo que figura en determinado escudo, y aún mucho
menos la razón de su
situación dentro del mismo, a no ser que con posterioridad, y ya con la
intervención de algún Rey de armas o heraldo, se corrigiese aviniendose a las
normas por las que se rige la Heráldica.
Diseño
y realización: Jose Navarrete Galán
- Maracaibo, Venezuela
Copyright
© 1997, [JONAGA]. Reservados todos los derechos.
Revisado:
Lunes, 12 Mayo 2003.